Extraído de: Ministerio de Educación. "Aprendizaje-servicio en la educación superior". Una mirada analítica desde los protagonistas-Páginas 14 y 15-Buenos Aires, marzo 2008.
Es necesario reconocer que, especialmente en las últimas décadas, muchas instituciones educativas han pasado al extremo opuesto del péndulo, en América Latina como en otras regiones del mundo. Demasiadas escuelas han dejado de ser "templos del saber" para convertirse en una suerte de centros comunitarios paralelos, en donde por momentos puede parecer más importante sostener el comedor escolar que dar clase, conseguir vacunas que libros, una escuela en la que la búsqueda de ofrecer "contención social" puede opacar la insoslayable misión de educar.
Sin duda, este proceso no se ha vivido de la misma manera en la Educación Superior, que atiende a sectores más minoritarios y con otro tipo de demandas. Sin embargo, en las últimas décadas, y especialmente en los `90, muchas Universidades privadas -y algunas públicas, especialmente en contextos de desfinanciación estatal- han pasado también al extremo opuesto del péndulo, debido al creciente empuje de las demandas del mercado sobre los procesos de producción y difusión de conocimiento.
En este modelo, la investigación y la extensión se orientan en función de la demanda, y el motor para la producción del conocimiento ya no está en la agenda propia de cada disciplina científica, sino en la demanda que viene de la sociedad ("Demand Pull"), y especialmente de quienes financian las investigaciones. La extensión pasa de ser el espacio de actividades de asistencia social y difusión cultural para convertirse primariamente en un ámbito de venta de servicios: surgen iniciativas de extensión que generan recursos, que asesoran empresas, que ya no tiene "beneficiarios" sino "clientes". El lenguaje de la asistencia social es reemplazado por el del "Tercer sector", y las relaciones con las organizaciones de la sociedad civil son de algún modo equiparadas a las que se establecen con las organizaciones económicas, en términos de alianzas o clientelas.
Las iniciativas que se generan al servicio de estos "clientes" tienden a ser brindadas por profesionales, por lo cual los estudiantes no necesariamente participan ni se benefician de ellas. La misión específicamente educativa tiende a quedar relegada frente al empuje de las áreas con mayores posibilidades de articulación directa con las demandas provenientes del mercado. Frente a estas áreas más "productivas" -las de investigación y extensión-, la docencia puede quedar cada vez más desarticulada de los ámbitos de la Universidad donde se producen las investigaciones y las alianzas con los sectores que las financian.
En este modelo las fronteras -y también la identidad educativa de la Universidad- se desdibujan. La producción del conocimiento se acerca a la realidad, y en ese sentido tiende a generar una mayor articulación entre teoría y práctica y más estudios interdisciplinarios y transdisciplinarios, pero la relevancia social del conocimiento viene dada desde lógicas económicas, y no necesariamente en función de los sectores sociales con mayores necesidades.
Este proceso se está viviendo con mayor o menor intensidad en distintos países de América Latina y el Caribe, pero el debate en torno al conocimiento como un "bien de consumo" y no como un "bien público" es un debate universal que puede afectarnos a todos.
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